Con el fin de dar a conocer un poco la
historia de nuestra Hermandad, a través de esta pagina se reseñan
una serie de datos que por su antigüedad pueden ser de interés para
todos los hermanos que componen la Corporación así como para todos
aquellos fieles y devotos de la misma.
Los datos que a continuación se dan a
conocer han sido recogidos en el libro “Historia de La Algaba”
cuyo autor es Juan José Antequera Luengo y en el se reflejan
aspectos como la formación de la Junta de Gobierno, admisión de
hermanos y distintos inventarios realizados en la Ermita.
Al menos desde los
primeros años del siglo XVII se viene celebrando en la localidad de
La Algaba, todos los segundos domingos de Adviento, la “fiesta de
la Purísima”, que doto la memoria de María de Molina, cuya
titular, Nuestra Señora de la Concepción, se encuentra en la ermita
de su nombre, en la cercana aldea algabeña de El Aral (antes El Aras
o Alaraz).
Los estatutos de su Hermandad, nombrada
con el titulo de la Imagen de su advocación, y cuyos originales
constan de catorce capítulos, se custodian en el Ayuntamiento de la
localidad, habiendo sido redactados el 21 de Octubre de 1870 y
aprobados el 11 de Noviembre de ese mismo año.
Según estos, la Junta de Gobierno
estaría formada por un Mayordomo, con carácter de Presidente, un
Fiscal, dos Consiliarios, dos Diputados, un Depositario, un
Secretario y un Vicesecretario. Los restantes, casi en exclusiva,
tratan de las obligaciones de estos oficiales y otros aspectos
usuales en este tipo de corporaciones, como la admisión de hermanos,
quienes solicitarían su ingreso a la Junta de Gobierno por conducto
del Mayordomo y, resultada favorablemente su demanda, se inscribirían
en el libro de matricula abonando la limosna de diez reales de
vellón, con el compromiso de pagar dos de aquellos al año el día
de la función de la titular. En este mismo acto de entrada, según
introdujeron quienes aprobaron las reglas, el nuevo hermano haría
“protestación de la fe católica” a tenor de la formula
siguiente:
“Soberana Emperatriz de cielos y
tierra, creo sincera y cordialmente
que fuisteis concebida sin mancha
de pecado original, y quiero creerlo
mientras me dure la vida y
fomentare la devoción y culto que a ese
Misterio hemos heredado de
nuestros mayores y rechazo con todas
mis fuerzas cuantas herejías se
hayan levantando o el sucesivo
apareciesen y no quiero ser, hasta
el ultimo suspiro de mi vida, sino
verdadero católico, apostólico y
romano”.
Con respecto a la descripción de la
ermita, altares y objetos destinados al culto, nos encontramos lo
siguiente:
También sufrió
diversas vicisitudes otro cenobio situado en el barrio o aldea de El
Aral (antiguo El Aras y Alaraz), perteneciente al término municipal
de esta población: el de Nuestra Señora de la Concepción y San
Salvador.
Ya en 1712 se encontraba “decente y
con ornamentos aseados para la celebración de la misa” donde
anualmente se realizaban fiestas religiosas por parte de los hermanos
de la cofradía de su nombre.
No en todas las épocas estuvo habitada
dicha capilla por anacoretas en el sentido académico de la palabra,
pues vemos que el 22 de Julio de 1834, María del Carmen Zamora Cano,
viuda de Pedo de la Cruz, a quien se le despachara titulo de ermitaño
el 3 de Febrero de 1824 y que ostento hasta el 6 de agosto de 1827,
suplico se le concediera nombramiento de tal a su hijo José, para
que con su trabajo, contribuyese al sustento de la familia compuesta
por aquella, su madre viuda, varias hijas, que vivían todas en la
ermita por licencia conseguida al fallecimiento de Pedro.
Algunos días después de presentar
María del Carmen Zamora la solicitud para que su hijo obtuviese el
nombramiento de cenobita, un vecino de La Algaba, llamado Antonio
Tirado Morón, expresó ante las autoridades eclesiásticas que la
ermita estaba totalmente desatendida por la familia anterior, no solo
el propio culto sino el aseo y hermosura que antes poseía con el
cultivo de plantas, agregando que el santuario, muy frecuentado en
otros tiempos por los devotos, estaba siempre cerrado a causa de
“tratar” la ermitaña y su hija en “recova”, lo que provocaba
el descontento de todo el vecindario, pues, al mismo tiempo, el
cenobio iba perdiendo lentamente sus poco caudales ya que en el día
estaba reducido a la capilla, una casa contigua y “algunas cortas
alhajas”. Por todo lo cual, Antonio Tirado pidió que se le
concediera nombramiento de ermitaño, lo que fue denegado a favor de
aquella.
De cualquier forma, Antonio Tirado lo
conseguiría años después, concretamente en 1837, según manifiesta
un “Inventario de los bienes y efectos hallados en la ermita de
Nuestra Señora de la Concepción y Salvador del Mundo, extramuros de
esta villa de La Algaba, ejecutado por el licenciado D. José Sánchez
González, cura propio y beneficiado de la parroquial Iglesia de esta
villa, ante el infraescrito notario eccº. de ella y testigos que al
final se expresaran, cuyos bienes se entregan al nuevo ermitaño
casero de dicho santuario, quien se obliga a responder de ellos en
todo tiempo, y asimismo a dar cuenta a S. M. dicho señor cura o
quien en lo sucesivo haya lugar, o acción y derecho tenga.
En cuanto al “pavimento” del
cenobio, el inventario reza así:
Se compone este de
la Capilla y casa de vivienda, con las piezas siguientes: una
portada… y en ella dos árboles paraísos, una puerta principal de
dos hojas, con cerrojo por dentro y un postigo con cerrojo y llave,
que da entrada a un patio y en el naciente una casa de vivienda,
compuesta de sala y alcoba, con una ventana que mira al Sud., con sus
puertas de dos hojas y cerrojo, y una reja de hierro, un zaguán, una
puerta de hoja que da entrada a la capilla por dentro; al frente y
lado de poniente una cocina regular y cuarto que puede servir de
cuadra; sobre el lado del Norte, un jardín… y en el una palma,
diez olivos y una higuera; al naciente se halla la capilla, que se
compone de una portada rodeada de poyos, donde esta su puerta
principal, compuesta de dos hojas con cerrojo por dentro y encima la
torre con una campana y cruz de hierro.
Referente a los “bienes muebles y
afectos de la capilla” se consigna:
Una trilera alta, tres bancos de
madera, catorce cuadros (ochos grandes, dos medianos y cuatro
pequeños) de varias devociones; un retablo sobre la derecha, en el
que esta la efigie de Nuestro Padre Salvador del Mundo, en busto, de
un tamaño regular, con su altar en estado servible; sobre la
izquierda otro altar con retablo de la Divina Pastora, cuya efigie es
pequeña, vestida con ropa usual y zarcillos de plata sobredorados
con piedras falsas; al frente, el altar mayor o principal, que es el
de Nuestra Señora de la Concepción, con su retablo y dos efigies
pequeñas a los lados, ocho candeleros (seis grandes y dos pequeños)
siendo los pequeños de peltre y los grandes de madera; dos
cornucopias con sus urnas de cristal, tres cruces de altar, un atril
de altar, una lámpara de metal con vidrio y una campanilla de metal.
Los ornamentos y vasos sagrados
custodiados en la sacristía eran los siguientes:
Una mesa con cajón que sirve de taca
y para vestir, unas vinajeras de cristal y plato de pedernal, un alba
servida, dos amitos, dos cíngulos, dos corporales, seis hijuelas,
tres purificaciones, cuatro manteles de altar y cuatro cortinas para
las ventanas con sus varas de hierro y una cenefa.
Al parecer, según se especifico en
este asiento, la imagen titular faltaba de la capilla, debiendo ser
reintegrada a la misma con sus alhajas y demás de su propiedad.
Mediante otro inventario de 1884, que
nos sirvió para conocer algunos detalles de la ermita de San
Sebastian, tenemos una buena relación del estado de la ermita en los
últimos años del siglo pasado, y es como sigue:
Mide esta capilla en su longitud sobre
dieciocho a veinte varas, por ocho de latitud, en una sola nave, sin
bóveda y solo techumbre de madera, con sus muros colaterales y
frontispicios en buen estado de material.
El altar mayor es de madera, dorado,
en mal estado, y en su camarín superior se encuentra la Imagen de la
Pureza, de vestir, cuyas alhajas, vestidos y demás que adornan a
esta imagen, están en poder de sus camareras. A los lados de ese
altar de dos puertas que dan paso a un pequeño aposento que sirve de
sacristía, en el cual se encuentra una taca con puertas, sin llave,
en la cual se contiene un misal, vinajeras y platillo, un cáliz
completo de plata, un alba, amito uno, un cíngulo y tres casullas, y
dos pares de corporales con sus palias, seis pares de purificadores y
dos hijuelas; una mesa con su cajón, un palanganero completo y una
percha de madera. El altar mayor es de material, en mal estado,
frontaleras de madera, ara, atril, cuatro candeleros de madera
pintados, una campanilla, cruz y crucifijo de metal, y sus
correspondientes manteles, una verja de hierro pintada y cubre a la
titular una cristalera dorada.
Los restantes retablos eran los
siguientes:
Uno a su lateral, derecho, de madera
pintada, muy pequeño, y en su camarín la imagen del Salvador con su
Niño, con sus correspondientes enseres para celebrar, en mal estado.
Otro, a su lado izquierdo, de madera
pintada, muy pequeño, y en su camarín la imagen de San José con su
Niño y con sus correspondientes enseres para celebrar, en mal
estado. Al lado de estos altares, dos bancos y un atril.
Sobre la puerta principal un pequeño
campanario con su esquila, y a la entrada derecha una pila para el
agua bendita, de mármol. Un ático, como de cuatro varas rodeado de
asientos de material. Al lado izquierdo del Santuario, dos
habitaciones de extensión regular que sirve para los encargados. Al
lado lateral derecho, una cerca como de un cuarto de aranzada con
varios pies de olivos y un pozo; esta cerca tiene una cancela de
madera que le da paso a un patio principal de la ermita, en cuyo
patio hay dos pequeños almacenes, el uno para el ermitaño y el otro
para la hermandad. Cierra todas estas habitaciones, cerca y capilla,
una puerta de madera con sus correspondientes cerrajes, que es la
entrada principal.
También fue esta ermita objeto de
estudio por parte de los ya citados maestros del Arfe, quienes
emitieron la siguiente descripción:
En la aldea de El Aras, a 1300 metros
del poblado y en la carretera de Alcalá del Río hállese esta
pequeña iglesia formada por recinto rectangular con cubierta en
artesa, carente de interés artístico. Una lapida indica que fue
restaurada en 1929.
Al retablo principal, de tipo
neoclásico, se han adosado dos columnas que sin duda pertenecieron a
otro retablo del primer cuarto del siglo XVII, y un remate con el
escudo de la Orden de la Merced, cuyos motivos decorativos delatan el
gusto de la siguiente centuria. La imagen titular, de vestir, es de
estilo barroco.
Hallándose además en este templo
otros dos retablos de traza neoclásica y sin interés alguno. En el
que se adosa al muro del Evangelio, venerase una imagen del Salvador,
tallada según las normas escultóricas de la décima octava centuria
y de mediano merito. En el retablo frontero, recibe culto
interesantísima imagen del Patriarca San José, obra del taller
montesino hacia 1625, torpemente repintada (de 75 cmts.). Da la mano
a una pequeña escultura de Jesús, tallada en el siglo XVII que
falta en nuestros días.
Las pinturas con escenas marianas
repartidas en la iglesia carecen de interés.